Los mantras de la Interzona
Beatniks & rock n´roll: como Allen Ginsberg, William Burroughs, Jack Kerouac y Neal Cassady influyeron durante décadas la música popular con sus textos, pero también con sus procesos creativos.
Wouldn't you like to get away?
Kerouac's beckoning with open arms,
And open fields of eucalyptus
Westward bound
Le Pastie de la Bourgeoisie - Belle and Sebastian
Casi nadie recuerda a Hadda Brooks, la pianista negra que en las décadas del 40 y 50 fue apodada la “reina del boogie”, aunque también era una excelsa baladista. Por suerte Allen Ginsberg la tuvo presente al escribir su torrencial poema Hadda playin’ on the jukebox en el que enumera una serie de hechos funestos, desde la Guerra Fría a la represión policial a universitarios, con una mezcla de furia y resignación. El texto respeta el estilo de “prosa espontánea” trabajado por Jack Kerouac, donde la enumeración rítmica de acontecimientos es más importante que la prolijidad lírica. Este método encontró continuidad en artistas folk como Bob Dylan (amigo de Ginsberg) y también en las improvisaciones del hip hop. Muchos años después de la edición original de Hadda playin Rage Againts the Machine, furiosos representantes del rap metal politizado, hicieron una poderosa versión del poema beat, dejando en claro que las realidades indignantes de 30 años atrás seguían vigentes.
Por originarse en paralelo con la explosión del rock n' roll, el movimiento beat es con frecuencia considerado como un anticipo de la renovación cultural que afectó a todos los campos creativos durante la década del 60'. Sin embargo, ni Jack Kerouac, ni Allen Ginsberg, ni William Burroughs fueron muy fanáticos del rock. Después de todo eran jóvenes cultos de buenas familias que habían podido formarse universitariamente. Sus pasiones musicales eran más sofisticadas, centrándose en el jazz y en la música clásica. De hecho, la idea de beat (ritmo) provenía de su admiración por los músicos de jazz cultores de la forma libre, que hicieron con los standards lo mismo que ellos hacían con la poesía. Tratándose de la primera generación literaria que gozó de una popularidad basada en la polémica después de franceses malditos como Arthur Rimbaud y Charles Baudellaire, a quienes admiraban mucho, no fue casual que la contracultura los adoptara como referentes. Sin embargo, los beatniks tuvieron sentimiento encontrados ante el surgimiento del hipismo en la segunda parte de los 60’. Después de todo ellos rondaban los 40 años cuando los jóvenes se dejaron el pelo largo y empezaron a hacer música psicodélica.
Curiosamente el mayor de los beats, William Burroughs, fue quien más largamente se vinculó con el rock. Desde los Beatles a Kurt Cobain, su aura caótica salpicó más de 50 años de música. Su vida lo tenía todo para que eso ocurriera: nacido en una acaudalada familia de Missouri tuvo un temprano entrenamiento como periodista en su ciudad hasta que se encontró libre de toda preocupación económica apenas terminado el secundario, cuando sus padres decidieron darle una suma mensual con la que pudo vivir sin trabajar durante muchos años. Gran parte de ese dinero lo gastó en viajes, alcohol y drogas, una mezcla que desembocó en el asesinato, supuestamente accidental, de su esposa Joan Vollmer mientras se encontraba en México en 1951. Este hecho lo marcó para siempre. A pesar de que sus libros tienen una alta carga experimental, todos encierran fuertes dosis autobiográfica. En la música, su legado no tiene tanto que ver con canciones inspiradas específicamente por su obra, si no por su técnica cut-up de creación, en la que la coherencia importa menos que la experiencia y donde lograr un efecto impactante en el lector o espectador es lo central.
También hay que decir que Burroughs fue un gran inspirador de nombres dentro del rock. Los elegantes Steely Dan tomaron su nombre de un vibrador gigante a vapor descripto en El almuerzo desnudo, mientras que los neo psicodélicos The Soft Boys eligieron su identidad combinando los títulos de sus libros The Soft Machine y The Wild Boys. Además, este último inspiró una conocida canción de Duran Duran, mientras que David Bowie basó el aspecto de su alter-ego Ziggy Stardust en las descripciones de dicha novela, en la que un grupo de jóvenes homosexuales busca destruir la civilización occidental. Burroughs además tuvo el honor de ser una de las celebridades que aparecen en la tapa de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles. La banda de Liverpool eligió su nombre definitivo gracias al beat inglés Royston Ellís, quien les sugirió que adoptaran el término conociendo la admiración que el cuarteto tenía por los textos rupturistas que llegaban desde EE.UU. John Lennon fue el más fanático de los escritos beats, al punto de haber editado durante sus tiempos de estudiante un fanzine casero llamado The Daily Howl, en referencia a Howl (Aullido), el poema fundacional editado en 1956.
Allen Ginsberg fue quien más rápidamente se sintió cómodo entre los jóvenes militantes de los 60’. La presentación de su aullido literario en la librería independiente City Lights, gestionada por el también escritor Lawrence Ferlinghetti, terminó con un allanamiento policial y en la confiscación de 520 ejemplares del libro bajo el cargo de obscenidad. El juicio contra el escritor y sus editores fue ampliamente publicitado, pero los implicados fueron absueltos a los pocos meses, ya transformados en celebridades entre los jóvenes ¿Qué hay más cercano al espíritu del rock que ser perseguido y censurado por las autoridades morales? A pesar de su popularidad Howl fue pocas veces musicalizado, siendo conocida la aventura de Phillip Glass, quien incluyó fragmentos en del texto en su ópera Hydrogen Jukebox. Y por supuesto, la línea que le da inicio “He visto a las mentes más brillantes de mi generación destruidas por la locura” ha sido homenajeada y parodiada innumerables veces en distintos medios, incluida la canción I Should Allowed to Think de lo queribles nerds de They Might Be Giants.
A diferencia de sus colegas, Jack Kerouac buscó distanciarse rápido de los jóvenes que lo veían como un modelo a seguir. En una fecha tan temprana como 1958, cuando su clásico On The Road apenas llevaba un año de publicado, al autor advirtió que la Generación Beat se había “desvanecido en cárceles y manicomios” e insistió en que no había nada para imitar en las desventuras bohemias relatadas en el libro. Una década más tarde, con su rostro galán del Hollywood clásico intacto, insistió en lanzar dardos hacia el creciente movimiento hippie, a los que veía como unos malcriados que no amaban a su nación. En 1969 abandonaría este plano con tan solo 47 años, cuando la estatura mítica del título citado más la de Los vagabundos del Dharma y Big Sur ya estaba instalada entre los jóvenes. Como la forma de escribir de Kerouac era muy musical, sus textos encontraron un lugar cómodo en las instrumentaciones de decenas de artistas de varios géneros. No es casual lo dicho por el tecladista Ray Manzarek “Si Jack Kerouac no hubiera escrito On the Road, The Doors nunca habrían existido”.
Por otro lado, la vida de Jean-Louis Lebris de Kerouac, su verdadero nombre de nacimiento, tuvo mucho de viaje espiritual. Creciendo en una comunidad francófona en pleno EE.UU. debió abrirse lugar entre los rígidos valores morales de su familia y las conductas autodestructivas de sus amigos beatniks. Así fue como forjó una síntesis entre budismo y otras formas de filosofía oriental y el catolicismo tradicional. Una mezcla difícil de llevar a la práctica, pero que quizás pudiera ser la religión oficial de la Interzona, esa región sin leyes imaginada por Burroughs y que fue homenajeada por bandas oscuras como Joy Division y The Tea Party. Toda esta síntesis de creencias de Jack fue lo que fascinó a compositores como la gran Patti Smith, que interpretó sus poemas en varias celebraciones públicas, y a los progresivos King Crimson, quienes concibieron un disco completo en su homenaje. Pero seguramente los homenajes que más le habrían gustado al autor de On the Road serían los discos Bop for Keruac y Kerouac, the and now de Mark Murphy, trabajos libres de bebop, cercano al jazz de sus amores.
Kerouac no fue el único caído tempranamente en las filas de la beat generation. Unos meses antes en Guanajuato, México, murió de causas poco claras Neal Cassady con solo 41 años. Aunque dejó una escasa obra, su escritura y personalidad fueron fundamental para que sus colegas encontraran su camino. Además, él fue quien de forma más evidente puede ser considerado un link entre la generación beatnik y los hippies, junto a su amigo Ken Kesey. Junto pilotearon el Furthur, un colectivo multicolor que recorrió Estados Unidos entre 1964 y 1969, transformándose en un ícono de la contracultura. Estos viajes forjaron la imaginería del abandono del hogar y la ciudad natal para diferentes paisajes en comunidad, buscando nuevas experiencias y burlándose de las figuras de autoridad. Una nueva generación tomó el timón creativo del mundo y la odisea de estos poetas ambulantes resultó de gran inspiración. Kesey incluso fue el autor de One’s Flew Over the Cuckoos nest, novela adaptada al cine en el clásico Atrapado sin salida. Esta historia de un interno encerrado en un manicomio aunque en realidad está sano inspiró Welcome Home (Sanitarium) de Metallica muchos años más tarde. Y también una canción alternativa del Indio Solari.
En cierta manera la pulsión juvenil de huir de la casa originaria fue la re-significación de los viajes míticos de la antigüedad en la era del rock. No es casual que existan tantos videoclips y películas en las que el joven protagonista abandona su casa. Ese deseo parece morir en la actualidad, cuando la mayoría de los jóvenes ya no ven como objetivo central dejar el hogar en el que se criaron, más bien todo lo contrario. No se trata de un estado de apatía; es la aceptación de una realidad económica que cada vez aleja más a las nuevas generaciones de lograr la independencia y, consecuentemente, explorar el mundo por su cuenta. Esos versos de la canción Truckin de The Greatful Dead, banda cercana al círculo beatnik, que dicen “Estás cansado de dar vueltas y te gusta viajar / Te casas de viajar y quieres asentarte” perdieron su carácter de invitación a viajar sin rumbo para encontrar azarosamente cuál es el lugar más adecuado para el corazón. Es una pena, porque después de todo beat también significa latido.